Enseñar es un verdadero privilegio para quienes practicar este arte


 

 

Los niños/as por sí mismos no pueden proyectar ni elaborar su propia educación, que tenga la imprescindible consistencia para que, y en un futuro, encasillar ideas y patrones

Valiéndonos de un simple recordatorio, ocurrió en un centro de enseñanza en la actualidad. Veo una escena así: Un joven con sus padres, en el despacho del director del centro, estaba sentado pero su madre permanecía de pie; alguien avisa a la madre de la criatura-“Pero escuche señora, siéntese usted…, y dígale a su hijo que se ponga de pie”-, a lo que ésta respondió: “No, que mi hijo está muy bien educado, y hay que proporcionarle autonomía propia, porque está creciendo…”.Bonita contestación de la progenitora, de cuyo nombre no quiero acordarme…Se está olvidando últimamente los padres, que “Enseñar es un verdadero privilegio para quienes practican este arte”.

Uno entiende que, aunque no soy docto en la materia, el recién nacido, o neonato, niño/a  conecta con los demás seres humanos, pasando prácticamente por todas las circunstancias de la vida: la educación, el trabajo, la familia, etc. De tal manera es así que, las relaciones sociales posteriores, resultarán imprescindibles para desarrollar sus propias aptitudes junto con sus respectivas personalidades. Me comentaba un joven, que se dedica a la enseñanza algo que resulto ser muy hermoso y edificante: “Si vieras, Mariano, cuando voy a recoger a los pequeños-de tres y cuatro años-al autobús, traen… ¡unas caritas de sueño!”. Y continuó diciéndome: “Después, una vez en clase, se me echan en mi regazo y me dicen: tú eres mi mamá, haces de mi mamá…”. Yo le sonsaqué que cómo reaccionó después de todo esto, y me dijo…que “cantándoles una nana: ¡Duérmete niño, duérmete rey!/ Eres mi vida, mi atardecer”.

Los niños/as por sí mismos no pueden proyectar ni elaborar su propia educación, que tenga la imprescindible consistencia para que, y en un futuro, encasillar ideas y patrones de conducta que les sirvan de referencia fiable. Y es que existen padres que se contradicen en las relaciones interpersonales o sociales, sin actuar de acuerdo con las ideas que predican: esto no hace nada bien, y todos lo sabemos, al niño que vive en el entorno familiar. Los menores, cuando niños, acuden al colegio se hallan con profesores y compañeros con patrones socioculturales muy diferentes, incluso con los aprendidos en el hogar conyugal: se encuentran solos ante el peligro. Si sus progenitores han de cambiar de domicilio, y en otra ciudad diferente, aquellos han de acomodarse a nuevas amistades con niños, quizá, con distintos comportamientos y costumbres. En los centros educativos han de existir profesores y profesoras que ejerzan la enseñanza con verdadera vocación, teniendo ciertas y verdaderas habilidades para penetrar en los corazones de los menores.

La separación o divorcio de los padres, es prudente decir, que repercute de una forma directa en los jóvenes, la esperanza del mañana. Los niños, y esto está comprobado, hacen los que ven y oyen. Estos niños que son la esperanza del mañana… El niño solitario puede ser, sin duda, que se desarrolle como consecuencia de una conducta familiar problemática. La conducta de los padres –de ella y él–, repercute en el niño/a como consecuencia de ser el elemento familiar más vulnerable. Se puede consolidar de esta forma una enfermedad que tiene actualmente cierto desarrollo: la depresión infantil. En el mundo del niño es de suma importancia que reciban afecto–sentirse queridos y protegidos, por sus progenitores, o, en su defecto, por las personas que los sustituyan cuando éstos faltan por muerte, desidia, abandono… Los niños, y esto está comprobado, hacen los que ven y oyen. Es decir, imitan a sus padres. Los numerosos trastornos psicológicos y psicopatológicos, que se manifiestan durante la infancia, o, a veces, cuando llega la adolescencia, son debidos al entorno familiar en que han vivido. Ser niño se ha convertido en una esclavitud, y de esto no me cabe la menor duda, que se está fomentado más y más cada día que pasa. Lo vemos con nuestros propios ojos: tantas y tantas son las forma de explotación de menores, a saber: trata infantil–de niños/as–, explotación sexual con fines lucrativos, trabajos en minas de la muerte, trabajos en la agricultura, los denominados «Niños soldados” creados como escudos humanos para una muerte cierta, matrimonios infantiles forzosos, esclavitud domestica por parte de sus propios padres, abusos sexuales cometidos por los últimos, pederastia( cuando el menor tiene 13 años de edad, y da su consentimiento, resulta que el ‘pederasta’ no comete delito alguno),pedofilia…. Así se encuentra el Código Penal español. Respeto esta ley pero no la comparto.

Los niños/as dan y desean recibir amor, y, desde pequeños, son receptivos a éste. Sin amor el niño–hombre mañana–crece entre el olvido y la oscuridad. Evidentemente existe la ‘Inteligencia Infantil’, y sabemos que el niño o niña posee ésta en vías de desarrollo. Pero hemos de comprender que, la facultad que tienen los menores para aprender, ha de estar motivada por la enseñanza para que más tarde se adapten al medio ambiente: desarrollo cultural, verbal, problemas concretos, situaciones problemáticas…: a todo esto se le llama enseñanza por antonomasia.

La Coruña, 29 de mayo de 2017

Mariano Cabrero Bárcena es escritor